“Declaro la guerra contra las drogas”. Esta frase, pronunciada por Richard Nixon el 17 de junio de 1971 en la Casa Blanca, marc?? el inicio de una estrategia intervencionista en la que EE.UU. se erigi?? como gendarme mundial del combate al narcotr??fico.
Los resultados han sido desastrosos. Cinco d??cadas despu??s, no hay un solo efecto positivo. Al contrario. Hoy hay m??s sustancias prohibidas, son m??s baratas, m??s accesibles y con mayor potencia. El consumo aument?? tanto en EE.UU. que ha enfrentado epidemias consecutivas de coca??na, hero??na, metanfetamina y fentanilo, y sigue siendo el pa??s que m??s consume drogas.
Las organizaciones criminales crecieron, se multiplicaron, se profesionalizaron, se globalizaron. Se expandieron a todo el mundo con la invaluable ayuda de los bancos estadounidenses y europeos que lavan las multimillonarias ganancias del negocio trasnacional e ilegal m??s lucrativo.
La estela de v??ctimas es interminable: los usuarios que tienen consumo problem??tico y que son tratados como delincuentes, no como personas con problemas de salud; los cientos de miles de muertos y desaparecidos por la disputa de territorios o de mercanc??as o por la militarizaci??n del combate que s??lo acrecent?? las violaciones a los derechos humanos; los campesinos sumidos en la pobreza y que s??lo pueden sobrevivir con la siembra de adormidera, hoja de coca o marihuana, o a quienes les arrasan sus campos con fumigaciones da??inas y erradicaciones forzadas; las ‘mulas’ que, a cambio de unos cuantos d??lares, aceptan utilizar su cuerpo para transportar drogas; los consumidores que cumplen condenas por delitos que no deber??an ser tales; los hombres y mujeres que forman parte de los eslabones m??s vulnerables de la cadena narco y a los que se les imponen condenas desproporcionadas.
Y la violencia end??mica. Si lo sabr??n especialmente Colombia y M??xico.
Cada a??o, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y la Junta Internacional de Fiscalizaci??n de Estupefacientes presentan??informes??sobre drogas y narcotr??fico que demuestran que, m??s all?? de oscilaciones en la producci??n, el negocio se mantiene firme.??No importa cu??ntos narcotraficantes mueran, se detengan o condenen, o cu??ntas toneladas se decomisen. El negocio solamente cambia de manos y no para de crecer.
Lo incre??ble es que, a pesar de que las cifras de producci??n, variedad de sustancias, consumo, muertes y presos evidencian que esta guerra ha sido infructuosa, la ret??rica b??lica sigue vigente y cada tanto es repetida por presidentes latinoamericanos. Todav??a es un discurso predominante que contrasta con los esfuerzos de sectores sociales que apuestan por modificar las pol??ticas de drogas para que se aborde prioritariamente como una problem??tica de salud basada en el respeto a los derechos humanos.
El origen
Nixon fundament?? su nefasta guerra en el persistente consumo y en premisas moralinas. Hilvan?? un lenguaje en el que consider?? el abuso de sustancias como el “enemigo p??blico n??mero uno” al que hab??a que derrotar a toda costa bajo tres ejes: la criminalizaci??n de los consumidores, el prohibicionismo absoluto de determinadas drogas y la militarizaci??n en el combate al narcotr??fico en los pa??ses latinoamericanos productores.
La meta, irreal, era desterrar todas las drogas ilegales.??Que dejaran de producirse y de consumirse.??Cecilia Gonz??lez, periodista y escritora.EE.UU. jam??s ha admitido su responsabilidad en el negocio narco debido a sus altos niveles de consumo, al tr??fico de armas y al lavado de dinero. Los culpables siempre son otros.
Para reforzar su estrategia, en julio de 1973 cre?? la Drug Enforcement Administration (DEA) que, a partir de ese momento, ser??a omnipresente en las operaciones contra el narcotr??fico alrededor del mundo y que junto con la CIA se disputar??a recursos financieros para seguir justificando su existencia.
En el imaginario estadounidense ya predominaban la estigmatizaci??n y los prejuicios raciales. Desde principios del siglo pasado hab??an vinculado a los chinos con el opio; a los negros con la coca??na; y a los mexicanos con la marihuana. Eran una amenaza. EE.UU. jam??s ha admitido su responsabilidad en el negocio narco debido a sus altos niveles de consumo, al tr??fico de armas y al lavado de dinero. Los culpables siempre son otros. Est??n convencidos. De ah?? el ??xito de la promesa de Donald Trump de construir un muro para cerrar el paso a los narcos mexicanos. De los narcos estadounidenses jam??s sabemos nada.
Ya en los 80, Ronald Reagan insisti?? en que las drogas representaban una amenaza para la seguridad nacional. La guerra antinarc??ticos se convirti?? en una prioridad y EE.UU increment?? la asistencia militar y policial en Am??rica Latina. A trav??s de la Iniciativa Andina, combati?? el cultivo de marihuana y la producci??n de coca??na sin entender las complejas causas econ??micas, pol??ticas y sociales que permit??an el auge de estos cultivos en pa??ses como Colombia, Bolivia o Per??.
La hipocres??a siempre ha estado latente. La CIA lleg?? al extremo de permitir el ingreso de drogas a EE.UU. a cambio de que los c??rteles apoyaran a la Contra, el grupo armado que financiaba para derrocar a los sandinistas en Nicaragua. El caso Ir??n-Contras ha sido uno de los grandes esc??ndalos de corrupci??n e intervencionismo de EE.UU. en Am??rica Latina, pero no el ??nico.
Rebeld??a
Durante d??cadas, EE.UU. extorsion?? al resto de los pa??ses latinoamericanos con una certificaci??n anual que evaluaba si hab??an obedecido sus pol??ticas antidrogas. En caso contrario, les cortaba el flujo millonario de recursos. A varios gobiernos dependientes no les import?? afectar a sus ciudadanos y provocar sangrientos conflictos sociales con tal de entregar buenas cuentas.
Importaban m??s las cifras de campos erradicados, drogas decomisadas y narcos detenidos y asesinados, que??las personas, los derechos humanos y la democracia. Cecilia Gonz??lez, periodista y escritora.Todos los presidentes estadounidenses han anunciado “??xitos” en la guerra contra el narcotr??fico que, en realidad, son inexistentes. Es un “ya casi ganamos” que, 50 a??os despu??s, es todav??a m??s inalcanzable.
El tema era tan central en la agenda de los gobiernos estadounidenses que, a fines del siglo pasado, el 92 % del presupuesto de asistencia militar y policial en Am??rica Latina y el Caribe se destinaba a la guerra contra las drogas. Pero en septiembre de 2001 la preocupaci??n cambi?? por completo para dar prioridad a la “guerra contra el terrorismo”.
Aun con recortes presupuestarios, las pol??ticas de drogas siguieron inmutables. Desde Nixon hasta ahora, todos los presidentes estadounidenses han anunciado “??xitos” en la guerra contra el narcotr??fico que, en realidad, son inexistentes. Es un “ya casi ganamos” que, 50 a??os despu??s, es todav??a m??s inalcanzable.
Por eso, comenz?? a asomar la rebeld??a. En 1998, a instancias de M??xico, se celebr?? en Nueva York una Sesi??n Especial de la Asamblea de Naciones Unidas en la que pa??ses latinoamericanos y europeos advirtieron que no compart??an una guerra que hab??a provocado m??s da??o que el consumo mismo de las sustancias. En lugar de analizar alternativas, la ONU volvi?? a comprometerse con “un mundo libre de drogas”. De nuevo, la meta imposible.
Desde entonces, expresidentes, premios Nobel, periodistas, profesores universitarios, parlamentarios, empresarios, m??dicos, crimin??logos, diplom??ticos, pol??ticos, fil??sofos, soci??logos, activistas, jueces y sacerdotes de decenas pa??ses, incluido Estados Unidos, han??convocado??a trav??s de la Comisi??n Latinoamericana sobre Drogas y Democracia a cambiar el paradigma, a enfocar las pol??ticas mundiales de control de drogas sin miedos, prejuicios y prohibiciones punitivas que cedan al sentido com??n, la ciencia, la salud p??blica y los derechos humanos.
Alternativas
En 2013, Uruguay hizo historia al convertirse en el primer pa??s del mundo en??legalizar??la producci??n, consumo y venta de la marihuana con fines medicinales y recreativos. Es decir, toda la cadena del negocio. Luego le sigui????Canad??. M??xico, que tiene un papel central en el negocio narco, est?? a un paso de??imitar??esta pol??tica rupturista e incluso desde el Gobierno abren la puerta a regular tambi??n la??amapola, materia prima de la hero??na.
La legalizaci??n de la marihuana ya rige en m??s de la mitad de los estados de EE.UU. En Portugal, la despenalizaci??n del consumo y el fin de la estigmatizaci??n a los usuarios de drogas logr?? reducir el mercado de coca??na y hero??na y la poblaci??n carcelaria. En gran parte de Europa se fortalecen las pol??ticas de reducci??n de da??os con salas de consumo supervisadas por el Estado que incluyen el intercambio de jeringas para evitar la propagaci??n del VIH y hepatitis B y C entre los usuarios de hero??na y otras drogas inyectables.
No se trata de promover las drogas, de frivolizar su consumo ni de alentarlo. Tampoco de que los pa??ses latinoamericanos asuman solo el papel de v??ctimas, porque, con el pretexto de combatir el narcotr??fico, muchos pol??ticos violan gustosamente y por su cuenta propia los derechos humanos y lideran o participan de las pr??cticas de corrupci??n inherentes al negocio.
Lo fundamental es ser realistas. Entender que las drogas se van a seguir produciendo y consumiendo. Que las pol??ticas aplicadas hasta ahora no funcionaron y que hay que dise??ar y poner en marcha alternativas alejadas de dogmas y prejuicios. Que as?? sea, por el bien de nuestras sociedades.
RT News