La República Federal de Centroamérica fue un país que existió hace dos siglos por alrededor de 15 años.
Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, los cinco países que este miércoles celebran los 200 años de su independencia de España, formaron parte del experimento, mientras que Panamá siguió su propio rumbo al interior de la Gran Colombia.
Si existiera hoy, la República Federal de Centroamérica sería una nación de 46 millones de habitantes con un territorio de 423.000 kilómetros cuadrados.
Sería la séptima economía más grande de América Latina y el Caribe después de Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y Perú.
Su Producto Interno Bruto (PIB) llegaría a unos US$200.000 millones.
Si incluyéramos a un sexto país, Panamá, en este ejercicio de ficción histórica, el poder del bloque unificado sería mucho mayor.
En la actualidad, los seis países son el exportador más grande de piñas y de cardamomo a nivel mundial, el segundo mayor exportador de bananos y el tercer exportador de café, según un estudio publicado este año por la Secretaría de Integración Económica Centroamericana (SIECA).
¿Cómo funcionaría políticamente esta República Federal de Centroamérica? Nadie lo puede saber.
Aquella nación tuvo un paso tan fugaz como sorpresivo por la historia del continente que todas las especulaciones sobre cuál habría sido su destino actual son posibles.
Sin embargo, si hay algo que le sigue intrigando a los historiadores, es una pregunta formulada exactamente al revés: ¿cómo fue posible que provincias tan distintas se pusieran de acuerdo para crear una sola nación?
Qué pasó con el sueño de crear un solo país
Durante la colonia, los territorios de América Central formaban parte de la Capitanía General de Guatemala, conocida también como Reino de Guatemala.
El Reino de Guatemala incluía en aquella época lo que hoy conocemos como Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, además de dos de las actuales provincias panameñas y el estado mexicano de Chiapas.
Tras la independencia de la corona española el 15 de septiembre de 1821, la zona fue anexada a lo que entonces se llamaba Primer Imperio Mexicano, encabezado por Agustín de Iturbide.
Un par de años después, Iturbide fue derrocado. La mayor parte de ese imperio se convirtió en México, mientras que los territorios al sureste se independizaron.
Fue así como en julio de 1823 las provincias rebeldes firmaron un Acta de Independencia Absoluta de México y España y en 1824 adoptaron oficialmente el nombre de República Federal de Centroamérica y proclamaron su Constitución.
El rostro visible de esta república, que con el paso de los años fue convertido en un ícono del unionismo y en una especie de “Simón Bolívar de Centroamérica”, fue el hondureño Francisco Morazán, quien teminó fusilado.
En medio del caos y las pugnas entre distintas facciones políticas, finalmente la República Federal de Centroamérica vio su extinción en 1838, cuando sesionaba por última vez el Congreso, le dice a BBC Mundo el académico Mario Vázquez, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Era una época en que se enfrentaban liberales, conservadores, centralistas, federalistas. Una época donde además de las distintas visiones políticas, estaban en pugna los intereses específicos de cada territorio.
“Tenían todo para dividirse”
“Había profundas fracturas de intereses provinciales. Tenían broncas desde la época colonial y fuertes pleitos por los recursos porque era una región pobre”, explica Vázquez, autor del libro “La República Federal de Centro América: territorio, nación y diplomacia”.
En paralelo, agrega, existía un gran conflicto contra la capital, que estaba en Guatemala. “Sentían que pasaron del dominio español al dominio mexicano, y del dominio mexicano a la hegemonía guatemalteca“.
En medio de los múltiples conflictos, estaba la permanente tensión entre los que querían mantener la unidad y los que querían seguir su propio rumbo.
A las presiones internas se sumaban las tensiones externas, como los conflictos de la nación con México, con Colombia y hasta con Inglaterra por Belice.
“El Reino Unido, que era su principal socio comercial, no reconoce a la República Federal de Centroamérica. Nunca recibió a un embajador”, cuenta Vázquez, que agrega que las probabilidades de que la nación se extendiera en el tiempo eran mínimas.
“Tenían todo para dividirse y muy poco para permanecer unidos como nación”.
“Si esa república existiera hoy, quizás sería un país menos pobre. Quizás se podría comparar con Ecuador, con una diversidad étnica muy grande”, aventura el historiador.
“Podríamos imaginar que Centroamérica unida sería un país más próspero, más viable, pero no lo sabemos”.
¿Para qué ha servido la independencia?
Alberto Mora Román, investigador del Programa Estado de la Nación (PEN), vinculado a las universidades públicas de Costa Rica, responde la pregunta sobre cómo sería hoy la República Federal de Centroamérica con otra pregunta.
“¿Para qué le sirve a los países centroamericanos ser independientes hoy? Lamentablemente en la mayor parte de los países esa independencia no ha servido para construir las bases sólidas para que la gente viva mejor”.
“Las condiciones de rezago que tienen los países centroamericanos en relación con otros países de América Latina y del mundo evidencia que la autonomía no ha sido bien gestionada”.
Sin embargo, para saber si esos países estarían mejor si fueran una sola nación, “habría que aventurarse en el ámbito de las predicciones y de las ciencias ocultas”.
“El hecho de que cada uno de los países haya podido hacerse cargo de la conducción de sus destinos, con sus aciertos y desaciertos, ha generado también oportunidades”, como por ejemplo el caso de Costa Rica, apunta Mora.
“Más lento que las carabelas de Colón”
Los cinco miembros de la extinta República Federal de Centroamérica tienen -desde 1960- un Mercado Común Centroamericano (MCCA) que incluye una zona de libre comercio y un arancel externo común para la mayoría de los productos.
Fuentes consultadas por BBC Mundo que prefirieron conservar el anonimato dicen que pese a los esfuerzos, la integración económica ha sido demasiado lenta y señalan que lo que realmente requiere la región es una unión aduanera, algo que en la práctica está muy lejos de concretarse.
“Un camión se mueve más lento entres los países centroamericanos que las carabelas de Colón”, apuntan.
Por otro lado, existe un parlamento común, el Parlacen, creado en la década de los 80, cuya atribución actual solo es formular recomendaciones.
¿Por qué hay que integrarse?
Los países que pertenecieron a la República Federal de Centroamérica -además de Panamá, Belice y República Dominicana- se coordinan a través de un mecanismo llamado Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).
“Tenemos que integrarnos por nuestra condición de países pequeños, con poca población, y también porque somos países fuertemente entrelazados por dinámicas del desarrollo que trascienden nuestras fronteras”, dice el investigador Alberto Mora, quien es el coordinador de investigación del “Informe Estado de la Región”, una publicación académica que analiza periódicamente los temas vinculados con Centroamérica.
Un ejemplo de los desafíos que trascienden los límites nacionales, dice el experto, es la coordinación para manejar los desastres naturales.
Otra área donde la integración entre los países es fundamental, agrega, se relaciona con la geopolítica del narcotráfico, porque “Centroamérica es el corredor natural por el cual fluyen las drogas desde América del Sur hacia Estados Unidos y por donde retornan los flujos de dinero a los centros de producción”.
Entre los avances tangibles de la integración, dice el investigador, está la compra conjunta de medicamentos.
“Eso le ha generado un ahorro a los países de US$90 millones entre 2011 y 2019, porque les permitió mejorar los márgenes de negociación con los proveedores”.
Pero sin duda la integración no es fácil.
“Hay una enorme dispersión de acciones. Muchas de ellas sin adecuado financiamiento y dependientes de la cooperación internacional. Eso afecta los resultados”, sostiene Mora.
Desde su perspectiva, una de las mayores deudas que tiene actualmente la integración regional es el fortalecimiento de la democracia y de la estabilidad política. “Sin eso todo lo demás comienza a hacer agua”.
Y eso está directamente relacionado con el problema histórico de los altos niveles de violencia que han afectado a la región. “Hay países débiles en el control de su territorio y en la protección del derecho a la vida”.
A final de cuentas, argumenta, “las acciones para mejorar en materia social, económica y ambiental pasan por una institucionalidad robusta que genere estabilidad”.
BBC news