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Esta historia trascurre en el municipio de Dolores, del departamento de El Petén.

En la noche de muertos o el día de muertos, dependiendo del país de donde se escuche, en nuestro país es el día de muertos que sería el 1 de noviembre y el  2 es el día de fieles difuntos.

Bueno la historia empieza así, la costumbre en Latinoamérica y en nuestro país, es que el 1 de noviembre a las 12.00 de la noche, las animas salen de sus tumbas y visitan a sus familiares, muchas de ellas aun en pena o purgando pecados que cometieron en vida, y de las que no se han hecho novenas, o han fallecido de manera trágica y no saben que han fallecido.

Es costumbre que si se tiene a algún familiar fallecido, en la noche se coloquen flores, su foto y un vaso de agua, para que cuando el alma llegue tome de ella, vea su foto, y no se atormente porque nadie se acuerde de ella.

Esta historia ocurre ese día, el 1 de noviembre en la noche, es tradición estar temprano en casa y cenar rápido e ir a la cama para que cuando las almas lleguen se sientan cómodas al visitar a sus seres queridos.

Además los ancianitos o abuelos nos decían que en las noches, estas almas desfilan en una procesión en silencio, cargando sirios, que son candelas enormes, con el rostro cubierto y en silencio recorren los pueblos y se dirigen al cementerio al amanecer del dia 2 de noviembre para descansar de nuevo un año.

Ese día, estaba con poco sueño, y al ya cenar, mi mamá  nos envió a dormir, pero como  no podía dormir estaba en mi cama dando vueltas. Era un poco tarde, quizás las diez u once de la noche, cuando escucho un murmuyo en mi ventana y pasos de mucha gente, algo raro para el pueblo y más por el día en el que todos tenían la costumbre de dormir en casa y estar encerrados temprano.

Al escuchar los ruidos, me asomé  a la ventana y vi una procesión de varias personas en silencio, apenas se escuchaban los murmuyos y no  entendía que decían, en eso un par de personas de la procesión se acercan y abren mi ventana, me toman de la mano y se forman en un círculo. El que me agarra  de la mano me dice, esta no es hora de estar despierta en la calle y más estar viendo por la ventana, un frio tenebroso recorre mi cuerpo,  se me acelera el corazón y de repente me coloca una vela en la mano, era un sirio envuelto en una frazada blanca muy rara, era suave como si tocara una nube de algodón, la vela o sirio tenía unas figuras muy extrañas de color oro y el sirio es de color blanco.

Después de que me lo da:  me dice, guarda bien el sirio y cuídalo, cuando la procesión venga de regreso me lo tienes que devolver, este sirve para que no se ganen tu alma, porque esta procesión es para llevar las almas al cementerio y colocar una vela sobre cada tumba de los que amamos.

Bueno lo que me dijo esa persona me pareció muy raro a lo que mi mama siempre me contaba, que las almas son las que hacen la procesión ese día, bueno, después pasan todas las personas y con una mirada muy rara se van caminando en silencio, y se van todos dejando un silencio tenebroso, casi de muerte, el sonido del viento  es lo único que se escucha a lo lejos, con quejidos de personas que o están agonizando y  sufriendo un dolor de muerte.  Por todos lados se escuchan cantar a los gallos de forma una triste y desgarradora, los perros aúllan,  y los gatos acompañan la procesión.

Pasaron un par de horas y casi me gana el sueño, pero empiezo a escuchar el ruido de pasos y el murmullo de voces.  Me levanto de la cama y al asomarme a la ventana no veo a la persona que me lo dio, ya que el parecía un señor ya grande de cara cuadrada aunque solo recuerdo la silueta porque el pueblo no tenía luz y solo la luna daba claridad a esa tenebrosa noche.

Al ya casi pasar todos le pregunto a uno de los que van en la procesión si vio al señor de cara cuadrada, alto y de voz carrasposa, en eso él me dice, él ya se adelantó al cementerio a colocar la vela a su amada esposa que murió ahogada en el rio Ixnojá, entonces saqué el sirio y le digo, tome el sirio, por favor déselo a él, pero él se niega y me dice, guarda bien este sirio, es mejor que lo guardes así nadie te ganará el alma, guárdalo bien y déjalo debajo de tu cama, él te protegerá de todo.

Después de unos días, empiezo a sentirme mal y mi mamá pregunta que tengo, porque ya no quiero comer, solo quiero dormir, estar en cama y ella me dice que parece brujería lo que me pasa, en eso recuerdo la candela y le digo, mamá, cuando fue el día de muertos, vi a unas personas ir al cementerio y me dieron un sirio para protegerme a mí y a la familia, mi mamá asustada dice, porque has hecho eso, eso no se hace pudiste haber muerto.

Ella me dice, corre a tu cuarto y trae lo que te dieron, en un salto voy a la cama y regreso corriendo y le muestro el trapo que al día siguiente que me le dieron  se convirtió en un trapo viejo y apestoso que tiré al rio y lo cambié por una toalla, pero al abrir la toalla, mi cara cambia de cansancio a miedo y sorpresa, el sirio se había convertido en un fémur, un hueso humano del mismo tamaño que el sirio que me habían dado.

Mi mamá me dijo, toma el sirio, ve con tu papá, y vallan al cementerio de noche, busquen veladoras blancas que representan la pureza del alma y del espíritu, un rosario bendito para rezar, una pala y el hueso que te dieron.

Mi cara de miedo se volvió en pánico al escuchar lo que mi mamá dijo.

Llegada la noche salgo con mi papá y vamos corriendo al cementerio, cuidando que nadie nos vea, buscamos un pedazo de terreno donde no hubieran tumbas,  al fondo del cementerio cerca de la capilla del pueblo, cavamos un oyó del tamaño de una caja pequeña, estaba nublado, al fondo no había nada, pero si ponía atención esa nada, eran murmullos y  lamentos, recuerdo que mi abuelita siempre decía que el aire nos hablaba y nos enviaba advertencias de lo que hacíamos en ese lugar,  casi a media noche del día siguiente y según nuestra tradición el dos de noviembre es el día en que todas las almas regresan a su tumba después de salir a deambular un día antes.

Bueno enterramos el hueso, colocamos las candelas blancas en forma de cruz, sacamos el rosario, lo rezamos y rogamos por el descanso eterno de esa alma en pena que le faltaba su hueso, en ese momento se apagaban las velas a cada rato, al fondo del cementerio que está en un barranco había siluetas de personas y sombras de cosas que se movían, se escuchaban voces espectrales, las lechuzas y los búhos se posaban en los árboles, como esperando a que algo pasara, en un momento llegué a sentir que mi cuerpo se desvanecía y casi me desmallaba, tanto que llegué a pensar que saldría cargada en los  brazos de mi papá, pero gracias a Dios, pudimos terminar las oraciones y salir apresurados de ahí.

El instante en que dejamos el borde del cementerio sentí que todo peso y toda enfermedad que tenia se fue, sentí como si me quitaran un bulto de encima, con mi papá fuimos de regreso a la casa, mi mamá esperaba paciente para ver qué había pasado, entonces le contamos nuestra faena y ella enojada y aliviada dijo, nunca debes de salir ese día o buscar comunicarte con el mas allá, ese día mucha gente mala hace cosas y muchas almas buenas se pierden o se van a donde nadie debería ir.

Eso me dijo mi mamá, y con su sabiduría de siempre ella me contó muchas cosas, y eso hizo que siempre cuidara de mí y de los míos.

Esta historia, es contada por mi mamá cuando ella tenía 8 años, la mamá de ella eran mis abuelos y de ahí vienen muchas historias que aún recuerdo y que no solo son leyendas, son historias de cosas que realmente han sucedido.

Historia contada por: Floridalma Heredia de Barrios.

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