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Esta historia ocurre allá por los años 70, cuando era parte del Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (SNEM), tenia unos 21 años cuando trabajé en Malaria como técnico de campo en el área de Petén y la parte norte de Izabal.

En ese tiempo tenía la asignación de ir a comunidades y rociar veneno (DDT) para Malaria  y hablar con la gente para que no dejaran recipientes de agua y que en ellos se convirtieran en criaderos de  zancudos.

En una ocasión tenía que visitar un campamento chiclero que conocían como  “Las Pelonas o la Muerta” en Melchor de Mencos nombre que después entendí por que le decían así,  Ese viaje me tomaba cerca de un día de camino entre la impenetrable selva, ya que solo se podía llegar caminando.

Tomé mi equipo que consistía en: veneno contra el zancudo de la malaria, una bomba para fumigar, una cantimplora de agua, un rimero  de totopostes (tostada de maíz deshidratada), tres cajetillas  de cigarrillos, una lámpara de mano, suficientes baterías  y partí rumbo al campamento “La muerta” para hacer mi trabajo.

Después de caminar bastante, llego al campamento y veo que estaba vacío no había ni “un alma”, entonces me dediqué a vaciar cada recipiente de agua y a aplicar veneno en los contenedores que los jornaleros usaban para juntar agua potable y fumigo las 12 champas donde descansaban los chicleros.

Al terminar mi tarea ya comenzaba a obscurecer; en la selva oscurece temprano, entonces  decido quedarme cerca del campamento “Las Pelonas”; a las orillas del mismo había un árbol junto a un círculo de piedras, el que me pareció apropiado para colocar mí hamaca.

Prendí mi fogata y como había una aguada (laguneta natural) usé un anzuelo de pesca que siempre llevaba conmigo y usé como carnada pedazos de totoposte para pescar algún filin (pez gato) y conseguí 4 filines de mediano tamaño.

Mi cena fueron 2 filines a la brasas con tortillas tostadas y guarde dos para mi desayuno,  después de comer, saque mi cajetilla de cigarrillos rojos y  me fumé un par contemplando la luna, que en ese momento era resplandeciente porque era día de luna llena,   extrañamente al fondo se escuchaba el canto de un búho, al buen rato de escuchar al pájaro;  este pasa rosando mi cabeza y se posó en un árbol cercano quedando la luna al  fondo, este me observaba  de manera misteriosa, como si yo fuera su presa, pero en ese momento recordé las historias de mis amigos chicleros de que los búhos y otros animales ven las almas en pena.

Al estar ya por dormir en mi hamaca, con un cigarro en la mano observando la luna llena, con la mirada penetrante del búho sobre mi;  veo y escucho cosas moverse al fondo del campamento y, con mi lámpara alumbro al lugar de los ruidos y veo una mujer de espaldas, tenía  el cabello largo y  sin amarrar, usaba un vestido largo de color blanco y estaba hincada frente a  una piedra de moler haciendo masa de maíz, mientras jugaba con una nena de talvez unos dos añitos y al llamarles no me hacían caso, al levantarme y acercarme a ver  quiénes eran, no había nadie en el lugar donde las miraba que talvez era una distancia de una media cuerda ( 10 metros aproximadamente) .

Después de un par de veces de solo escuchar la risa de la niña y de la mujer al fondo, trató de verla más claro ya que cada vez que la alumbraba con la lámpara esta desaparecía pero a la luz de la luna aparecía de nuevo; era tan clara como ver a alguien sentado frente a mí.

Pensé que era mi cansancio y el calor de la selva que me hacían alucinar, al casi quedarme dormido casi eran las diez de la noche, la hamaca se mueve como cuando alguien corta un  árbol con un hacha, por la forma tan brusca que se movía daba la impresión de que fuera algún hombre grande,  al levantarme asustado no hay nada y la misma mujer hincada seguía en al fondo,  murmurando algo que no entendía; cuando me acerco a ver que pasa o porque se movió el árbol donde estaba descansando, me sorprendo que no hay nadie y volteo a todos lados y alumbro con mi lámpara y nada, era tan extraño que no se escuchaban ni las cigarras, ni los grillos, ni un ruido en toda la zona.

Después de la primera vez que me sacuden la hamaca me entra un escalofrió y siento un aire de muerte y misterio que me llego hasta los huesos,  me entró un miedo tan terrible que no me dejó dormir en toda la noche, mi cigarro y mi lámpara me acompañaron en mi desvelo.

Me movieron la hamaca  varias veces en la noche y la misma mujer que muele maíz seguía apareciendo al fondo y se escuchaba a una nena reír y jugar, y  el búho que no dejaba  de observarme hizo que esa noche se convirtiera en un evento que recuerdo como si fuera ayer, y eso que hoy cuento con 67 años y lo tengo bien presente.

Este era un camino de paso de comerciantes que al llegar a localidades gritaban “mula” para hacer notar que iban llegando y que nadie se atravesara ya que ellos llevaban una mula de carga o varios caballos en caravana.

A media noche escucho el animal de carga relinchar con un jornalero caminando y  gritar fuertemente, ¡mula!  y pensando que por fin tendría compañía nada pasa, pero a lo lejos solo escucho el aire entre los árboles y el búho que me sigue observando y delante de mi escucho pasos de una persona y de una mula relinchando, pero no hay nada! esto me dejó paralizado con la sangre helada y de la nada me desmallo del susto.

Después de un par de horas reaccioné y me levanto de un brinco para ver que paso y no hay nada cerca de mí, mi fogata está casi apagada, pasaron dos horas más, y casi a las 4 de la madrugada y con mi machete en mano y mi cigarro en mi boca por todo aquello que estaba viviendo escucho de nuevo que dicen ¡mula!, ¡mula!. Pero esta vez sí es una persona que está pasando con su animal de carga y al hablar con él me pregunta ¿qué ha pasado? Porqué  estoy solo con machete en mano con un semblante de miedo.

Al estar con el señor, levante mi campamento improvisado y parto con el de regreso de donde yo venía y el señor me dice, espere a que estemos lejos de “la muerta” para que le cuente que cosas pasan en ese lugar y que tengo suerte de estar vivo y no estar loco.

Al estar a unos dos kilómetros él me dice, en ese campamento ya no llegan jornaleros porque lo habita una bruja o un espectro que vuelve locos a cualquiera que se atreva a dormir allí  o se quede a vivir en ese lugar.

Al escuchar eso mi sangre se queda helada de nuevo y mi expresión es de miedo y sorpresa, porque el señor que se llamaba José me cuenta que ahí las personas se vuelven locas y muchas se han matado, ya que donde yo tenía mi hamaca era el lugar donde la habían enterrado, a la bruja.

La bruja era una señora que se volvió loca y asesinó a su hija ahogándola en la aguada donde yo pesqué mis filines y luego la mujer se ahogó en la misma aguada,  el cuerpo de las dos estaba enterrado en la base de ese árbol donde yo colgué una de las pitas de mi hamaca, las piedras en circulo que usé para mi fogata indicaban que era una tumba y la forma circular con  piedras, estaban así  para avisarle a la gente que ahí hay un alma en pena que se lleva o se gana el alma de los vivos que ahí se quedaban, y por eso le decían así “las pelonas” haciendo referencia a los 2 almas  que habían muerto, la bruja y su hija, o la muerta por la bruja que se había ahogado allí, las dejaron enterradas allí porque nadie reclamó los cuerpos.

Después de tantos años, contar esta historia hace que aún me dé escalofríos y se me erice la piel;  porque sin saber lo que pasaba pude haber perdido la razón pero acá estoy, ya viejo con mis 67 años, aun con mi cigarro que nunca me falta, y sentado en esta piedra frente a mi casa me digo “ tengo suerte de estar vivo y recordar esta historia que es una de muchas que me pasaron trabajando en la selva petenera.

Relato de: Pedro Ignacio Heredia Heredia.

Lugar: Melchor de Mencos, El Petén.

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2 thoughts on “Las pelonas / la muerta

  1. ASOMBROSO!!!!! ME SORPRENDIO VER QUE ERA UNA HISTORIA REAL, PUEDO ENVIARLES EXPERIENCIAS QUE HE TENIDO EN MIS INCURSIONES EN LA MONTAÑA, PARA QUE LAS PUBLIQUEN!!!

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