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Un equipo de investigadores del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) ha descubierto que las personas pelirrojas tienen una tolerancia al dolor naturalmente alta, debido a un mecanismo que aumenta su susceptibilidad a las quemaduras solares; esto es, presentan una mayor actividad de los receptores opioides involucrados en el bloqueo del dolor y a la disminución en la producción de un tipo de hormonas relacionadas precisamente con la sensibilidad.

Así, los pelirrojos -que presentan una mutación genética en el receptor melanocortina 1 que les impide producir un pigmento oscuro para broncearse y por tanto, hace que su piel sea pálida y prácticamente imposible de broncearse- soportan mejor el dolor que los morenos o rubios debido a los melanocitos, que han resultado ser fundamentales para decidir el umbral de dolor de una persona.

El resultado final es que los pelirrojos producen más señales de opioides que las personas con otros colores de cabello y, por lo tanto, tienen un umbral de dolor más elevado.

Experimento

Para investigar los mecanismos detrás de los diferentes umbrales de dolor en individuos pelirrojos, los investigadores estudiaron una cepa de ratones pelirrojos que (como en los humanos) contiene una variante que carece de la función del receptor de melanocortina 1 y también exhibe umbrales de dolor más altos. Descubrieron que la pérdida de la función del receptor de melanocortina 1 en los ratones pelirrojos hizo que los melanocitos de los animales secretaran niveles más bajos de una molécula llamada POMC (proopiomelanocortina) que posteriormente se corta en diferentes hormonas, incluida una que sensibiliza al dolor y otra que bloquea dolor. La presencia de estas hormonas mantiene un equilibrio entre los receptores opioides que inhiben el dolor y los receptores de melanocortina 4 que mejoran la percepción del dolor.

“Estos hallazgos describen la base mecanicista detrás de la evidencia anterior que sugiere umbrales de dolor variados en diferentes antecedentes de pigmentación”, comenta David E. Fisher en su estudio publicado en la revista Science Advances. “La comprensión de este mecanismo proporciona la validación de esta evidencia anterior y un reconocimiento valioso para el personal médico cuando atiende a pacientes cuya sensibilidad al dolor puede variar”.


Aunque ya se sabía que los seres humanos, los ratones y ejemplares de otras especies animales con pelo carmesí o cobrizo tienen una tolerancia diferente al dolor, estos hallazgos permiten ahora conocer los procesos y mecanismos que subyacen a la presencia de variados umbrales de dolor según sus antecedentes de pigmentación. Esto podría derivar en el desarrollo de nuevos fármacos que inhiban los receptores de melanocortina 4 involucrados en la detección del dolor como una nueva forma de controlar la percepción del dolor.


“Nuestro trabajo en curso se centra en dilucidar cómo las señales adicionales derivadas de la piel regulan el dolor y la señalización de los opioides”, expone Lajos V. Kemény, coautor del estudio. “Comprender estas vías en profundidad puede conducir a la identificación de nuevas estrategias moduladoras del dolor”.

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