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El trauma de enfrentar la pandemia y la muerte a diario empieza a pasar factura en el país.

Tras haber estudiado para sus exámenes, la colegiala Swadha Prasad empieza su verdadero trabajo: encontrar oxígeno que salve vidas, medicamentos y camas de hospital para pacientes de covid-19, en medio de una brutal segunda ola de contagios en India.

Mientras el gobierno lucha por controlar la pandemia, los jóvenes indios han dado un paso al frente, creando aplicaciones para buscar ayuda, entregar suministros clave y utilizar las redes sociales para llevar recursos a la gente que los necesita.

Prasad trabaja con docenas de voluntarios de entre 14 y 19 años de edad, como parte de la organización juvenil UNCUT, construyendo una base de datos en línea  con información sobre recursos médicos disponibles en todo el país.

Trabajan las 24 horas, 7 días de la semana. Los adolescentes la pasan colgados de sus teléfonos mientras verifican la disponibilidad de suministros, actualizan la información en tiempo real y responden llamadas de familiares preocupados.

“Algunos de nosotros hacemos horarios de noche porque las llamadas no paran”, dice Prasad, de 17 años, que trabaja jornadas de 14 horas desde medio día hasta la madrugada.

Es a menudo largo y agotador, dice la estudiante de Bombay, pero “si puedo ayudar a salvar una vida, no hay ninguna parte de mí que va a decir que no”.

Y se han salvado vidas, asegura, como el caso en que el equipo logró conseguir  en medio de la noche oxígeno para un joven paciente de covid-19, que tenía dos horas de espera agonizando.

“No se trata solo de proporcionar recursos… algunas veces la gente necesita saber que no está sola”, asegura.

El hombre del oxígeno

Con dos tercios de sus 1,300 millones de habitantes con menos de 35 años, India es un país mayoritariamente joven, pero a su juventud nunca le habían pedido hacer frente a responsabilidades de este calibre.

A medida que la pandemia se ha desbocado -con crematorios sin espacio y pacientes – hasta un antiguo embajador – muriéndose en los estacionamientos de los hospitales, muchos son los jóvenes que se han ofrecido como voluntarios.

En los suburbios de Bombay, Shanawaz Shaikh ha proporcionado oxígeno a miles de personas.

Conocido popularmente como el “hombre del oxígeno”, el joven de 32 años años vendió su adorado coche en junio del año pasado para financiar la iniciativa después de que la prima embarazada de un amigo murió en un triciclo motorizado cuando trataba de que la admitieran en algún hospital.

“Murió porque no pudo conseguir oxígeno a tiempo”, dice a la AFP.

Nunca se imaginó que un año más tarde seguiría atendiendo tantas solicitudes. 

“El año pasado solíamos recibir unas 40 llamadas diarias, este año son más de 500”, estima.

El equipo de Shaikh, integrado por 20 voluntarios, también se enfrenta a una enorme falta oxígeno, agravada por los especuladores.

“Es una prueba para la fe de uno”, dice, y cuenta cómo a veces viaja docenas de kilómetros para proporcionar oxígeno a pacientes desesperados.

“Pero cuando soy capaz de ayudar a alguien, tengo ganas de llorar”, expresó.

El desborde

Mientras las grandes ciudades se han llevado la peor parte hasta ahora, las limitaciones tecnológicas están apareciendo a medida que el virus se propaga por pequeñas ciudades y pueblos, dice el ingeniero de informática Umang Galaiya a la AFP.

En Twitter abundan los pedidos de camas de hospital y suministros, muchos no confirmados.

Galaiya construyó una aplicación para facilitar a los usuarios encontrar lo que buscan, y lo más importante, limitar su búsqueda solo a recursos verificados.

Pero incluso así, su aplicación es poco probable que pueda ayudar a las personas fuera de las grandes ciudades, dice este joven de 25 años.

La pandemia no puede ser controlada sin el gobierno, agrega, y señala simples medidas que podrían ayudar a salvar muchas vidas. Como la creación de una aplicación con la actualización de camas disponibles en tiempo real que podría evitar el esfuerzo de miles de pacientes de ir de hospital en hospital en busca de una plaza.

Los esfuerzos de los jóvenes, son insostenibles, dice, subrayando que los abrumados voluntarios podrían quedarse sin fuerzas y contagiarse ellos con el virus.

“Trabajamos muy duro pero no podemos salvar a todos”, dice la adolescente de Bombay, Prasad, cuya voz se resquebraja cuando recuerda los esfuerzos para salvar a una anciana de 80 años que murió.

Aunque hacen pausas y organizan sesiones de zoom para tratar de descomprimir, el estrés no se disipa totalmente.

“Mis padres están preocupados por nosotros. Pero cuando sus amigos necesitan ayuda, me la piden a mi”, manifestó.

AFP

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