Una fría mañana de marzo de 1890, el farmacéutico y aficionado al teatro Eugene Schieffelin se dirigió al Central Park de Nueva York cargado con jaulas llena de pájaros.
Motivado por su afición a la obra de William Shakespeare, Schieffelin abrió las jaulas y liberó a los pájaros.
Pero lo que ocurrió después, cambió la ecología de Estados Unidos para siempre.
¿Qué tiene que ver exactamente el dramaturgo británico con un problema ambiental en suelo estadounidense?
Aves y teatro
Los pájaros aparecen a menudo en las obras de teatro y poemas de Shakespeare.
“(Shakespeare) usa a los pájaros para expresar la profundidad del sentimiento romántico en Romeo y Julieta. Los usa para expresar el chillido de búhos en la noche en Macbeth y el Rey Lear. Los usa con finalidad dramática”, le dijo a la BBC Drew Lichtenberg, de la Shakespeare Theater Company.
Chovas, cuervos, cormoranes, búhos, ruiseñores y alondras figuran entre las 60 especies que aparecen en las obras del dramaturgo británico, que durante siglos inspiraron a los amantes de las aves.
Schieffelin amaba a los pájaros y también amaba la obra de Shakespeare.
Inmigrante alemán, era miembro de la Sociedad Estadounidense de Aclimatación, que tenía como objetivo introducir plantas y aves de Europa en el “Nuevo Mundo”, para generar comodidad y familiaridad en la nueva nación de América.
Así que, juntando sus dos pasiones, Schieffelin decidió que sería una gran idea introducir la mayor cantidad posible de los pájaros mencionados por el dramaturgo en América del Norte.
Aquella mañana de invierno de 1890, liberó 60 estorninos en Central Park con la esperanza de que pudieran reproducirse.
La Sociedad Estadounidense de Aclimatación ya había liberado otras especies de aves -algunas de las que comúnmente se encuentran en las obras de Shakespeare, como los ruiseñores y las alondras— pero ninguna había sobrevivido.
Un año después, Schieffelin lanzó 40 estorninos más.
No había muchas razones para pensar que los estorninos tendrían mejor suerte que los intentos con las otras especies… pero aquel centenar de estorninos sí logró prosperar.
Desafortunadamente.
Un desastre en los campos y en el aire
Ahora hay alrededor de 200 millones de estorninos en América del Norte.
Agresivos y corpulentos, causan devastación en hábitats y en los cultivos de los agricultores.
Se estima que, cada año, esta especie invasora causa casi US$1.000 millones en daños a cosechas, particularmente árboles frutales.
Son tan engorrosos que figuran entre las pocas especies de aves que no están protegidas por ley.
Pero además son un gran problema para el mundo de la aviación.
Cuando un grupo de estorninos choca contra un avión los efectos son devastadores.
En 1960 causaron el accidente por golpe de pájaro más mortal de la historia de la aviación.
Las aves entraron en los motores de un avión cuando despegaba del aeropuerto Logan de Boston, y la aeronave se estrelló, matando a 62 personas.
Una plaga
En EE.UU. hubo varios intentos para acabar con ellos en más de un siglo.
La gente les ha disparado, ha tratado de envenenarlos, atraparlos o asustarlos.
En los años 40, la Casa Blanca incluso probó altavoces que emitían sonidos de búho y las columnas alrededor del Capitolio estaban equipadas con cables electrificados.
Nada funcionó. La población de estorninos siguió creciendo y se convirtió en una plaga.
Hay algunos factores que explican por qué la población de estorninos ha crecido tanto.
Para empezar, su gregarismo los protege frente a aves depredadoras más grandes.
Además, los estorninos acosan y expulsan a otras aves de sus nidos.
De hecho, los científicos creen que hay una correlación entre la gran cantidad de estorninos y el declive de especies nativas como el pájaro carpintero carirrojo, el vencejo y el azulejo.
Son una especie omnívora, por la que puede explotar una amplia gama de alimentos, desde invertebrados, hasta semillas y frutas.
Su visión binocular combinada con las características de su pico les permite encontrar alimentos en climas más fríos mejor que otras aves, lo que significa que no tienen que migrar a climas más cálidos en invierno.
Irónicamente, a diferencia de otras aves mucho más presentes en su obra, Shakespeare solo menciona a los estorninos una vez en “Enrique IV”.
Hotspur se rebela contra el rey y piensa en formas de atormentarlo, y fantasea con la idea de enseñarle a un estornino a decir “Mortimer”, el nombre de uno de los enemigos del rey.
Y, sin embargo, esa única mención es la causante de un auténtico desastre ambiental.
BBC News