Los responsables del departamento se negaron a respaldar unas acusaciones de fraude que su número dos en funciones tildó de “auténtica locura”
La Casa Blanca de Donald Trump presionó al Departamento de Justicia de EE UU durante las últimas semanas en las que expresidente republicano estuvo en el cargo para intentar que ese departamento se sumara a sus acusaciones de fraude electoral y cuestionara el resultado de las presidenciales celebradas en noviembre de 2020, en las que el rival de Trump, Joe Biden, se alzó con la victoria.
En vano, pues sus principales responsables se negaron. Su entonces número dos en funciones, el adjunto al fiscal general, Richard Donoghue, incluso describió como “una auténtica locura” las acusaciones de los colaboradores del expresidente, según se refleja en una gran colección de correos electrónicos difundidos este martes por el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes (Cámara Baja). Este comité está investigando, a instancias de los legisladores demócratas, el asalto al Capitolio del 6 de enero cuando los partidarios de Trump irrumpieron en la sede del Congreso de EE UU para evitar que Biden fuera ratificado presidente.
Las presiones de Trump a la Justicia de su país para que secundara la teoría del fraude electoral ya se conocían. Medios de comunicación estadounidenses, sobre todo la CNN y The New York Times, habían informado sobre los correos electrónicos en los que el jefe de Gabinete en la Casa Blanca, Mark Meadows, presionaba en ese sentido a Jeffrey Rosen, adjunto al fiscal general en funciones, primero, y después ascendido a fiscal general -también de forma interina- el pasado 24 de diciembre. Sin embargo, los correos electrónicos difundidos ahora reflejan hasta qué punto Donald Trump y algunos de sus colaboradores más estrechos -sobre todo, Meadows- presionaron a este alto funcionario para que se sumara a la campaña del expresidente republicano con el fin de impugnar el resultado de las elecciones. Los aliados de Trump en las altas esferas llegaron incluso a sugerirle que presentara un recurso ante el Tribunal Supremo.
“De parte del presidente Trump”
Uno de estos correos cuyo contenido se conoció el martes lo firma una asistente de Trump, Molly Michael, el 14 de diciembre, el mismo día en que el Colegio Electoral tenía previsto reunirse para certificar la victoria de Biden en los comicios de noviembre. El asunto del correo rezaba “De parte del presidente de Estados Unidos” y su destinatario era Rosen, aún número dos en funciones del Departamento de Justicia pero que, diez días después, el 24 de diciembre, fue ascendido a fiscal general, también de forma interina. Quien hasta entonces había ocupado el cargo de fiscal general, William Barr, había reconocido públicamente, dos semanas antes, que no se había encontrado prueba alguna de fraude generalizado en las presidenciales que pudiera cambiar su resultado. Barr dimitió pero se considera que fueron esas declaraciones las que le costaron el puesto.
En ese correo dirigido a Rosen se detallaba una especie de argumentario sobre el presunto fraude electoral en el condado de Antrim, en el Estado de Michigan, para que el Departamento de Justicia lo respaldara públicamente. Entre los argumentos que se enviaron a Rosen para que los repitiera estaba la frase “Se están encubriendo cosas respecto a las máquinas de votación en Michigan”. Todo ello sin ofrecer prueba alguna que respaldara esa y otras acusaciones. En la misiva, se ofrecía al todavía adjunto al fiscal general otros argumentos con los que debía responder a quien cuestionara la teoría del fraude.
En otra comunicación por correo electrónico, fechada el 1 de enero, el jefe de Gabinete de Trump, Meadows, envió a Rosen un enlace a un vídeo de YouTube sobre una teoría luego desacreditada de que hubo votos que pasaron de Trump a Biden en la embajada de Estados Unidos en Roma. Poco después, Meadows volvió a la carga y le pidió a Rosen que un funcionario del Departamento de Justicia investigara lo que para la Administración de Trump eran “anomalías” a la hora de votar -por ejemplo, que no se hubiera comprobado que la firma registrada del votante fuera la misma que había en su tarjeta de identificación- en el condado de Fulton, Georgia.
“¿Puedes creerlo? No voy a contestar a ese mensaje [en referencia a las acusaciones sobre el fraude en el Estado de Georgia]”, escribió Rosen cuando reenvió el correo electrónico de Meadows a su número dos, Richard Donoghue, que pasó a ser adjunto al fiscal general en funciones, una vez que Rosen fue ascendido a fiscal general interino.Donoghue contestó lo siguiente: “Al menos es mejor que el anterior [en referencia al correo sobre las supuestas irregularidades en la embajada de Roma], pero claro, eso no es decir mucho”.
Además de las presiones a Rosen, Meadows participó también en una llamada entre Trump y el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, en la que el expresidente le exigió que encontrara pruebas del supuesto fraude en ese Estado.
En medio de toda la presión, Rosen escribe en otro correo electrónico que se negó a hablar con el abogado personal de Trump, Rudy Giuliani, sobre sus afirmaciones de que las elecciones de 2020 fueron robadas.
El jefe de Gabinete de Trump incluso intentó que el fiscal general en funciones organizara una reunión del FBI con un aliado de Giuliani, que argüía una teoría conspirativa que decía que Italia estaba usando tecnología militar y satélites para favorecer el voto a Biden. La respuesta de Rosen en un correo a Donoghue fue: “Entonces me negué rotundamente, dije que no daría ningún trato especial a Giuliani ni a ninguno de sus ‘testigos’, y me reafirmo ahora en que no hablaré con Giuliani sobre nada de esto”.
ElPais