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Los analistas en seguridad temen que el narco este mostrando su músculo para negociar con los nuevos gobiernos

Tamaulipas —al noroeste de México— fue campo de batalla en 2010. En ese año, el grupo criminal de Los Zetas rompió sus vínculos con el Cártel del Golfo, dejando 330 personas asesinadas, en el primer semestre de aquel año.

Pero de pronto, la cosa se calmó. En 2020, los homicidios se redujeron al pasar de 663 en 2019 a 571, el año pasado. ¿Qué produjo esa reducción? ¿Una política de prevención? ¿o un arreglo entre las autoridades y una o varias bandas criminales?

La sorpresiva investigación contra el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca —acusado de tener vínculos con el narcotráfico— ha alimentado la última hipótesis. Posiblemente la paz llegó a la entidad por qué García Cabeza de Vaca sabía qué puertas tocar y qué actividades permitir para garantizar cierta dosis de orden.

En una entrevista que el senador de Morena, Alejandro Rojas Díaz Durán, concedió al periodista Óscar Balderas, asegura que el gobernador panista reclutó a sicarios del Cártel del Golfo y los uniformó para hacerlos integrantes de su policía de élite.

Este episodio permite a los analistas en seguridad reflexionar sobre la posibilidad de una pax narca, que se habría roto tras el triunfo del partido de Morena en las elecciones del pasado 6 de junio. Fuentes en Palacio Nacional consultadas por el medio Emeequis advierten que los cárteles de las drogas ya no ven al gobernador García Cabeza de Vaca como un interlocutor con poder, por lo que buscan mostrar su músculo para sentarse a negociar… con Morena.

Las pasadas elecciones intermedias resultaron en un Congreso Estatal con mayoría Morenista, quien buscaría el desafuero y la aprehensión del mandatario García Cabeza de Vaca.

La masacreEl sábado 19 de junio, presuntos sicarios de una facción del Cártel del Golfo dispararon contra 15 civiles al azar (Foto: EFE/Martín Juárez)
El sábado 19 de junio, presuntos sicarios de una facción del Cártel del Golfo dispararon contra 15 civiles al azar (Foto: EFE/Martín Juárez)

La masacre del pasado sábado 19 de junio en Reynosa, Tamaulipas, buscaba simple y llanamente “calentar la plaza”, dijo uno de los presuntos responsables.

En el argot criminal —según apunta el experto David Saucedo— esta es la denominación que recibe un evento de alto impacto que produce la concentración de elementos de fuerzas estatales y federales en una zona específica, desprotegiendo otra. Es decir, se realizan multihomicidios para direccionar a las fuerzas de seguridad a regiones que controla el adversario y aliviar la presión sobre zonas que son del interés propio.

Reynosa, limítrofe con Texas, EEUU, es un municipio dominado por la facción Los Metros, del Cártel del Golfo. Sus adversarios, Los Ciclones y su brazo armado Los Escorpiones —también pertenecientes al CDG— intentaron desarticular los centros de distribución en el Puente Pharr, ejecutando a 15 civiles.

Debido a esto, en automático las fuerzas estatales y federales arribaron a Reynosa, entorpeciendo con ello las actividades de narcomenudeo de Los Metros.

Las masacres también son golpes dirigidos en contra de las autoridades. Se trata de asesinar personas para mostrar su músculo y sentarse a negociar con ellas.

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