Este tratamiento sin fármacos podría lograr que los dolores sean más fáciles de calmar en seres humanos.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) ha desarrollado un enfoque de silenciamiento genético que proporciona a los ratones un umbral de tolerancia al dolor más alto al tiempo que reduce su sensibilidad al dolor durante períodos prolongados de tiempo. En el futuro, este nuevo enfoque médico podría representar una alternativa seria, segura y nada adictiva para tratar el dolor crónico, para el que actualmente se recetan opioides para los seres humanos.
Enfoque genético para tratar el dolor
Ingerir oxicodona puede mitigar el dolor, pero provoca otra serie de consecuencias no deseadas en el cerebro, como impulsar las adicciones y suprimir la respiración. Ahora, este estudio se presenta como un enfoque que podría prevenir o revertir sin efectos secundarios la señalización del dolor; una sensación que se produce cuando los nervios que se ramifican a través de nuestro cuerpo llegan hasta la médula espinal para transmitir mensajes al cerebro. Y estos mensajes pueden persistir incluso después de que la lesión inicial se haya curado, causando lo que conocemos como dolor crónico.
“Lo que tenemos ahora no funciona. Existe una necesidad desesperada de tratamiento que es eficaz, duradero y no adictivo “, aclara Ana Moreno, líder del trabajo que publica la revista Science Translational Medicine.
¿Cómo funciona exactamente?
La idea de tal tratamiento surgió cuando Moreno era estudiante en el laboratorio del profesor de bioingeniería Prashant Mali de UC San Diego. Malí había estado investigando la posibilidad de aplicar enfoques de terapia génica basados en CRISPR a enfermedades humanas raras y comunes. El proyecto de Moreno se centró en explorar posibles vías terapéuticas. Encontró que una mutación genética hacía que los humanos no sintieran dolor. Dicha mutación inactiva una proteína en las neuronas que transmiten el dolor en la médula espinal, llamada NaV1.7. “Al apuntar a este gen, podríamos alterar el fenotipo del dolor”, pensó la experta.
El nuevo método ha funcionado exitosamente en ratones. Los experimentos demostraron que era posible interferir con un gen que controla la sensación de dolor físico, reduciendo significativamente la incomodidad en los ratones que habían recibido quimioterapia. La terapia genética se basa así en apagar parte del sistema que transmite señales al cerebro. Así, este enfoque no altera la secuencia de ADN en sí misma y, además, es teóricamente reversible, señala Rajes Khanna, neurocientífico que estudia los mecanismos del dolor y los posibles tratamientos en la Universidad de Arizona. “Creo que este estudio será nuestro punto de referencia”.
En general, los animales tratados tenían una menor sensibilidad al dolor, con efectos duraderos observados hasta 44 semanas después en los animales que habían sido sometidos a formas de dolor inflamatorio.
Si los resultados pueden traducirse en seres humanos y se demuestra que el tratamiento es seguro, podría proporcionar una alternativa a los opioides para los millones de personas que cada día sufren dolor habitualmente o siguen tratamientos que provocan bastante dolor durante largos periodos de tiempo.
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