Como hombre mayor de su familia -de hecho el único varón adulto sobreviviente- le corresponde a Abdel Manaam Mahmoud subir hasta la tumba y poner el cuerpo de su hermano Esmail a descansar.
Aunque puede que no sea su hermano al que esté enterrando hoy.
A su alrededor, los hombres de Tarhuna se reúnen para echar sobre el cuerpo la arena roja y palmear el montículo de tierra con las manos.
Cerca de allí, el padre de Mahmoud, Hussin, su hermano Nuri y su tío Mohamed también están enterrados, cada uno víctima de la guerra civil de Libia, todos asesinados por la misma milicia que gobernaba su ciudad.
Los cuerpos fueron encontrados y enterrados tras el alto el fuego firmado el año pasado, que trajo un poco de calma a un país sacudido por más de una década de guerra
La larga guerra
Desde 2011, tras la caída del dictador Muamar Gadafi, el país se ha visto sacudido por el caos y, más tarde, por la guerra civil, una de las más largas del continente.
Esa guerra alcanzó un crescendo en los últimos años, cuando el general Jalifa Hafter, ahora de 77 años, atacó desde la ciudad oriental de Bengasi y trató de derrocar al gobierno internacionalmente reconocido en la capital, Trípoli.
Tenía poderosos patrocinadores: Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Siria, Jordania y Francia.
Su ataque relámpago en Trípoli se empantanó y luego fue derrotado, después de que Turquía enviara una fuerza naval y drones de ataque para apoyar al gobierno en el este.
A esta mezcla tóxica se sumaron mercenarios de Siria, en su mayoría del lado del gobierno, bajo el control de los turcos.
El general Hafter tenía sus propios cañones contratados: contratistas rusos y combatientes de Sudán y Chad.
El recuento de muertos se disparó, y un país que había llegado y pasado todos los límites muchas veces antes, se tambaleó al borde de una catástrofe mayor.
El alto al fuego
En 2020 se acordó un alto el fuego y, por primera vez en años, Libia tiene ahora un gobierno unificado.
Su primer ministro es Abdul Hamid Dbeibah, un hombre de negocios increíblemente rico del núcleo comercial de Misrata.
Si bien su familia tiene vínculos con el gobierno de Muamar Gadafi, se sabe poco sobre el nuevo primer ministro, un neófito en política.
Fue nombrado tras un proceso liderado por la ONU, que creó el gobierno interino.
Se supone que las elecciones se celebrarán en nueve meses, el Día de la Independencia de Libia, el 24 de diciembre, pero ya hay dudas de que vayan a tener lugar.
“Es un plazo ajustado, pero no es imposible. Pero sin duda depende de nuevo de todas las instituciones y autoridades de Libia”, dice Jan Kubis, enviado especial de la ONU para Libia.
“O harán lo necesario para que tengan lugar o encontrarán pretextos, excusas, para no hacerlas. Espero que esto no suceda porque la gente en el país quieren tener elecciones”, agrega.
Tarhuna, bastión de la guerra
Después de nuestra entrevista, Kubis se dirigió a Bengasi para encontrarse con Haftar, el hombre que muchos en Tarhuna creen que dio poder a los siete hermanos Kani (a quienes Mahmoud acusa de matar a sus parientes) en su última ola de asesinatos antes de abandonar la ciudad.
Algunos sospechan que el general está protegiendo a los hermanos sobrevivientes, algunos de los cuales han sido agregados a las listas de sanciones de Estados Unidos y Europa.
La ciudad de Tarhuna fue una especie de bastión, la plataforma de lanzamiento occidental de los ataques a Trípoli y un punto de cruce de las fuerzas internacionales en la guerra civil del país.
Desde aquí, las fuerzas del este del general Hafter, su autodenominado Ejército Nacional Libio, lideraron los asaltos a la capital.
Mercenarios del grupo Wagner de Rusia también tomaron posiciones en la ciudad.
En el cementerio
En el cementerio de Tarhuna, hay 13 entierros hoy.
Los hombres y muchachos del pueblo están aquí en gran número, centenares caminaron después de las oraciones del viernes, algunos usando sus esteras de oración para protegerse del sol de la tarde.
“Se llevaron a mi familia de sus casas. Eran simples civiles. En octubre de 2020, la milicia al-Kani llegó a sus casas en autos que pertenecían al estado, se los llevaron de sus casas y los mataron”, cuenta Mahmoud después de la ceremonia.
El joven buscó a su familia durante 10 meses, en vano.
Primero se encontraron los cuerpos de Hussin, Nuri y Mohamed. Hace dos meses, se descubrió el cuerpo de Esmail.
“Incluso en sus 42 años en el poder, Gadafi nunca cometió el tipo de asesinatos que ocurrieron después de su gobierno. Como civiles libios, no hay nadie que nos proteja, nuestras vidas han quedado desprotegidas”, dice Mahmoud.
Los siete hermanos Kani, famosos por los tres leones que habían robado del zoológico de Trípoli y que tenían como mascotas, reinaban con toda suerte de poderes en la ciudad.
Sus milicias, las Kaniyat, cambiaron de bando más de una vez en la guerra civil de Libia.
Su poder llegó a su fin en junio del año pasado, cuando las fuerzas gubernamentales, respaldadas por el apoyo turco, tomaron la ciudad.
Turquía envió siete fragatas navales a la costa de Libia para hacer retroceder a las fuerzas de Hafter, e importó miles de combatientes sirios de Idlib, Alepo y Deir Ezzor para luchar en el terreno.
Ante el ataque, los hermanos Kani y sus familias huyeron hacia el este, sin conocerse todavía su paradero.
Los cuerpos
El cementerio de Tarhuna es austero en la tradición musulmana, rodeado de altos eucaliptos sedientos y con pocas lápidas.
Solo tiene unas simples placas en las tumbas.
La de Esmail tiene un número: 051-000066.
Es una referencia de ADN. Porque el cuerpo enterrado hoy puede que no sea de Esmail. Solo fue identificado por la ropa que vestía, cuando fue descubierto en una colección de fosas comunes al sur de la ciudad.
El camino hacia la masía está rodeado de almendros. Un cartel de cartón en la entrada advierte: “No se permite la entrada, solo puede acceder el Comité de Personas Desaparecidas”.
Más allá de la casa de campo, la fina tierra roja se amontona en altos montículos que se extienden hasta el final de la propiedad.
Hay demasiados para contar, algunos tienen el tamaño de un solo cadáver, otros son mucho más anchos.
La búsqueda
Es viernes, así que hoy no hay trabajo y el sitio está en silencio, pero la evidencia del meticuloso esfuerzo por descubrir los crímenes está por todas partes aquí.
En un pozo, cuatro banderas rojas marcan los restos retorcidos de quizás cuatro cuerpos, envueltos juntos, casi irreconocibles.
Aquí fueron enterrados hombres, mujeres y niños, algunos muertos de un solo balazo en la cabeza, otros con las manos atadas con signos de tortura en el cuerpo.
La tierra seca ha dejado los cuerpos intactos e hinchados, como artefactos de un terrible desastre.
La identidad de Esmail se confirmará cuando se haga una comparación de ADN en un laboratorio en Trípoli.
Hasta ahora, se han encontrado 140 cuerpos, según la Autoridad General de Libia para la Búsqueda e Identificación de Personas Desaparecidas.
Han confirmado las identidades de 22 de los muertos mediante la comparación de ADN.
En total, 350 personas están desaparecidas de la ciudad, aunque es posible que los cuerpos de otros lugares estén enterrados aquí.
En toda Libia, más de 6.000 personas han sido declaradas desaparecidas desde la caída de Muamar Gadafi. Solo se han encontrado 1.950.
En una esquina del cementerio se encuentra Ahmad Abdel-Mori Saad, que está aquí para enterrar a un amigo.
“Tarhuna es una ciudad de fantasmas”, dice.
“Tengo siete hermanos que fueron secuestrados por la Kaniyat. Hemos enterrado a dos de ellos que fueron encontrados en las fosas comunes”, dijo.
Saad no sabe dónde están sus otros hermanos, pero cree que están muertos. Se quedó a cargo de todos sus hijos, 24 en total.
“No seguimos a ningún partido político; no somos policías ni militares… pero si tienes dinero, te matan; si tienes cinco hermanos pequeños, te matan; discutes con ellos y te matan, no los apoyas y te matan”, dice.
“Te matan por nada, te matan sin motivo alguno”.
BBC News