Este miércoles Haití amaneció con la noticia de la muerte a tiros de su presidente, Jovenel Moïse, a manos de un grupo de individios que asaltó de madrugada su residencia privada en el barrio de Pelerin de Puerto Príncipe.
Este suceso pone de nuevo en jaque la maltrecha estabilidad del país, azotado por turbulencias políticas, sociales y por la concatenación de desastres naturales en los últimos años
1. Pobreza y desastres
Haití es desde hace años el país más pobre de América.
En la última década, aunque el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita ha mejorado ligeramente, pasando de US$662 a 765, el porcentaje de la población que vive con menos de dos dólares al día continúa por encima del 60%.
El riesgo de padecer hambre está siempre presente entre una población devastada por la concatenación de crisis, las malas cosechas influenciadas por los desastres naturales y la inflación del país.
La ONU estima que casi 4 millones de haitianos, entre una población de cerca de 11,5 millones, padece inseguridad alimentaria. Un quinto de la población, cerca de dos millones de personas, se ha visto forzado a emigrar.
Hace 11 años que el país fue devastado por uno de los desastres naturales más importantes de la historia reciente, un terremoto de magnitud 7,0 en la escala Richter que tuvo epicentro en Léogâne, a unos 15 kilómetros al suroeste de la capital Puerto Príncipe.
Fue el sismo más grave sucedido en Haití desde 1842.
El terremoto y las dos réplicas que le sucedieron dejaron 316.000 muertos, 350.000 heridos, miles de casas desplomadas, el 60% de las infraestructuras médicas destruidas, según datos recogidos por la agencia EFE.
La virulencia del fenómeno y la fragilidad de los edificios e infraestructuras magnificó una tragedia con una cifra de víctimas mortales que fue 10 veces superior a todos los desastres ocurridos en Haití desde 1963, calcula el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El daño económico fue mayúsculo también: US$7.900 millones, el 120% del PIB del Estado. Además, 1,5 millones de personas se quedaron sin hogar.
No sería el único desastre natural que verían desde entonces, pues en 2016 el huracán Matthew barrió el suroeste del país causando 573 muertes y dejando unos dos millones de damnificados y el huracán Laura pasó por el país en agosto de 2020 dejando también decenas de muertos y daños materiales a su paso.
Del mismo modo, las epidemias han diezmado a la población. La de cólera de 2010 infectó a 520.000 personas y causó la muerte de por lo menos 7.000.
La epidemia solo fue totalmente controlada en 2019 y el coronavirus recogió su testigo, aunque con una incidencia menor hasta el momento, pues se han contabilizado oficialmente algo más de 19.100 contagios y 462 muertes.
Sin embargo, los expertos advierten de que las cifras reales son mucho más altas, pues no se realizan apenas test de control, y la llegada de las nuevas variantes está multiplicando el ritmo de contagios.
La tendencia al alza podría resultar “catastrófica”, según le dijo a AFP Laure Adrien, directora general del Ministerio de Salud de Haití.
2. Inseguridad creciente
La inseguridad se ha instalado en Haití, especialmente en los últimos años.
Numerosas bandas armadas han proliferado por las calles.
Sólo en el mes de junio pasado, más de 150 personas fueron asesinadas y otras 200 secuestradas en la zona metropolitana de Puerto Príncipe, reveló un reciente informe del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (CARDH), una ONG especializada en la materia.
“El país está asediado por bandas armadas que siembran el terror, asesinatos, secuestros, violaciones (…). Puerto Príncipe está sitiado en el sur, el norte y el este. Asistimos a una sociedad cada vez más pasiva mientras el país está asediado”, sostiene el informe que describe la situación como de “hegemonía del crimen en Haití”.
Las fuerzas de seguridad parecen desbordadas por el fenómeno.
El Ejército, que fue eliminado en 1994 para evitar intentonas golpistas (e instaurado de nuevo en 2017), apenas tiene 500 miembros, y los 15.000 policías con los que cuenta el país no parecen ser suficientes para controlar la situación.
Además, las fuerzas y cuerpos han sido acusados de cometer matanzas indiscriminadas e incluso el Consejo de Seguridad de la ONU ha pedido a Haití que investigue las masacres de La Saline en 2018 y de Bel-Air en 2019, en las que murieron decenas de civiles.
3. La inestabilidad política
La inestabilidad política es una constante en el país, basta decir que es el único país de América que ha tenido más de 20 gobiernos en 35 años.
Con todo, su último conflicto tiene su origen en 2015.
Por aquel entonces el entonces presidente Michel Martelly finalizó su gestión, pero los polémicos comicios obligaron a nombrar un presidente interino de otro partido, hasta que la autoridad electoral reconoció un año después la victoria del este miércoles asesinado, Jovenel Moïse.
La oposición clamaba que el mandato de cinco años de Moïse debía haber acabado el pasado 7 de febrero, cuando se cumplían los cinco años del fin del gobierno de Martelly en 2016.
Moïse, sin embargo, insistía en que debía gobernar un año más porque no tomó posesión hasta el 7 de febrero de 2017.
El mandato de Moïse estuvo marcado por las protestas sociales, especialmente en 2019, donde miles de personas paralizaron prácticamente todas las actividades de las instituciones públicas y privadas del país.
Las protestas se han visto espoleadas por el malestar económico y un escándalo de corrupción en el que presuntamente funcionarios del gobierno habrían malversado US$3.800 millones en ayudas de PetroCaribe, un programa de asistencia petrolera.
Pero Moïse nunca pensó dimitir.
“La solución a los problemas que estamos atravesando actualmente no es la renuncia del presidente”, dijo en 2019 en una entrevista con BBC Mundo.
“Esta solución reside en la unidad, la serenidad y la calma y la convivencia. Esa es la razón por la que decimos a todos los haitianos que necesitamos unirnos. Necesitamos mirarnos a los ojos para decirnos la verdad. Necesitamos un país unido para crear un país mejor para la próxima generación”, prosiguió.
“No estamos en situación de matarnos unos a otros”, declaró.
El asesinato de Moïse se produce a sólo dos meses de las elecciones presidenciales, convocadas para el 26 de septiembre. Unos comicios en los que Moïse no podía ser candidato.
El presidente había convocado para la misma fecha un referéndum para aprobar una nueva Constitución, un proyecto que no contaba con el apoyo de la oposición ni de la comunidad internacional.
Para algunos expertos esa fue “la gota que colmó el vaso” del malestar social, como explicó a BBC Mundo Alexandra Filippova, del Instituto por la Justicia y la Democracia en Haití, en febrero.
“Luego, desde que tomó el poder, ha habido fuertes acusaciones de corrupción, de que el gobierno no solo ha fallado en proteger a la población de la violencia, sino que también ha sido cómplice en ciertos actos violentos”, señaló.
“También ha sido muy cuestionado por las formas en las que ha reprimido las protestas en su contra y la forma en la que ha fallado en contener el crimen y los secuestros, que han aumentado más de un 200% durante su gobierno”, dice.
En enero de 2020, Moïse disolvió el Parlamento y desde entonces gobernó Haití por decreto, siendo “el único y exclusivo poder en el país”, apuntó por su lado Robert Fatton, profesor de la Universidad de Virginia, en EE.UU.
Está por ver el desarrollo de los acontecimientos a partir de este momento, tanto en las calles como en las instituciones haitianas.
El primer ministro interino, Claude Joseph, quien informó de la muerte del presidente y se declaró a cargo, ha querido llamar a la calma a la población y ha asegurado que tanto la policía como el ejército se están encargando de mantener el orden.
BBC News