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Unos investigadores demostraron que los terneros pueden aprender dónde hacer sus necesidades. El estudio podría ayudar a reducir la contaminación del aire y crear granjas más abiertas y respetuosas con los animales.

Los terneros demostraron tener capacidades de aprendizaje igual o superior a los niños humanos.

Con el fin de reducir el impacto medioambiental que produce el amoniaco y el óxido nitroso de los desechos de las vacas, unos investigadores le enseñaron a estos animales ir al baño en una granja alemana, según un estudio publicado el lunes por la revista Current Biology.

De esta forma, los expertos pueden evitar que se acumulen y propaguen los residuos de las heces y orina de las vacas que generan amoníaco, un gas que se filtra en el suelo y que con la ayuda de microbios se convierte en óxido nitroso, el tercer gas de efecto invernadero más contaminante, después del metano y el dióxido de carbono.

El estudio, liderado por investigadores del Instituto de Investigación de Biología de Animales de Granja (FBN) en Alemania y de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), ha demostrado que las vacas pueden ser entrenadas para ir al baño, lo que permite recoger y tratar los desechos, mantener el establo limpio, reducir la contaminación del aire y crear granjas más abiertas y respetuosas con los animales.

“Normalmente se asume que el ganado no es capaz de controlar la defecación o la micción, pero el ganado, como muchos otros animales o animales de granja, es bastante inteligente y puede aprender mucho. ¿Por qué no van a poder aprender a usar el retrete?”, plantea Jan Langbein, psicólogo animal del FBN y autor principal del estudio.

Los terneros reciben un premio cuando orinan correctamente

Para enseñar a los terneros a hacer sus necesidades, los investigadores idearon el entrenamiento “MooLoo” que básicamente consistía en recompensar a los terneros cuando orinaban en la letrina y en conseguir que asociasen el hecho de orinar fuera de la letrina con una experiencia desagradable.

“Como castigo, primero utilizamos unos auriculares en el oído y reprodujimos un sonido muy desagradable cada vez que orinaban fuera. Pensamos que esto castigaría a los animales, no de forma demasiado aversiva, pero no les importaba. Al final, un chorrito de agua funcionó bien como disuasión suave”, explica Langbein.

A las pocas semanas, los investigadores habían entrenado a once de las dieciséis terneras de la granja que, sorprendentemente, mostraron un nivel de rendimiento comparable al de los niños y superior al de los niños muy pequeños.

Ahora que los investigadores saben cómo entrenar a las vacas para que hagan sus necesidades, quieren trasladar sus resultados a granjas reales y explotaciones ganaderas con el ánimo de que “en unos años todas las vacas vayan al baño”, concluye Langbein.

JU (efe, theconversation.com, cell.com)

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