Una definición que se complica por el hecho de que las condiciones y los niveles de competencia lingüística pueden variar.
Más de la mitad de la población mundial es bilingüe, y dos tercios de los niños del mundo crecen en un entorno en el que se hablan varios idiomas. Pero aunque el bilingüismo es común, sus definiciones son variadas. Se basan en las experiencias o emociones que uno puede tener sobre las lenguas, lo que transmiten y lo que representan.
Algunos hacen hincapié en la apropiación cultural, mientras que otros se basan en criterios de práctica, y sobre todo de dominio equivalente de los idiomas, para considerar que un individuo es verdaderamente bilingüe. La cuestión divide a los científicos.
Ya en 1930, Bloomfield definió el bilingüismo como el perfecto control de dos lenguas, como si cada una de ellas fuera una lengua materna. Hay en esta descripción una visión un tanto “idealizada” del bilingüe, a través de la definición de un bilingüismo perfecto y equilibrado, suponiendo unas habilidades escritas y orales equivalentes en ambos idiomas. Según esta definición, un bilingüe es la suma de dos monolingües.
Sin embargo, este tipo de bilingüismo es extremadamente raro, y en realidad los bilingües tienen perfiles lingüísticos muy variados, lo que nos lleva a afirmar que cada bilingüe es único en su relación con las lenguas. Mackey define el bilingüismo como el uso alternativo de dos o más lenguas, mientras que Grosjean define a los bilingües como el uso de dos o más lenguas en sus actividades cotidianas.
Por último, Cook define al bilingüe como un individuo con múltiples aptitudes que desarrollará habilidades lingüísticas coherentes con el contexto de adquisición y uso de la segunda lengua. Así, un individuo puede ser considerado bilingüe aunque solo tenga un dominio parcial de la segunda lengua, con, por ejemplo, una práctica esencialmente escrita.
En resumen, una definición relativamente sencilla de bilingüismo, en la que se encuentran varios millones de hablantes, correspondería al uso regular y alternado de al menos dos lenguas por parte de un individuo.
Aprendizaje temprano
No obstante, esta definición se complica por el hecho de que las condiciones y los niveles de competencia lingüística pueden variar. Según Ranka Bijeljac-Babić, en L’enfant bilingue, de la petite enfance à l’école, hay que tener en cuenta dos criterios para afinar esta definición
- la edad de adquisición del lenguaje;
- el nivel de dominio de cada lengua.
En cuanto al primer criterio, se propone una clasificación según la edad de adquisición de la segunda lengua. Cuando los idiomas se aprenden en la primera infancia, antes de los 3 ó 4 años, se habla de bilingüismo simultáneo temprano.
Antes de la pubertad, se habla de bilingüismo precoz consecutivo, porque la segunda lengua se establece dentro del sistema léxico mientras que la primera lengua (la materna) ya está establecida. Por último, cuando la segunda lengua se aprende después de la adolescencia, se denomina bilingüismo tardío.
En cuanto al segundo criterio, el nivel de competencia es más difícil de estimar, ya que depende del uso real que se haga de las dos lenguas. Un mismo individuo puede tener habilidades muy variables en términos de comprensión y producción oral, o de comprensión y producción escrita.
También en este caso, los resultados son variados: algunas personas hablan muy bien un idioma sin saber escribirlo, otras tienen buenas habilidades escritas en un idioma pero muy pobres habilidades orales. Y, por supuesto, es muy posible tener un buen nivel de comprensión y producción oral y escrita en varios idiomas.
Es difícil admitir que existe el bilingüismo perfecto porque supone que una persona domina ambas lenguas como un nativo (y ya es complicado decir que un monolingüe domina su lengua perfectamente en todos sus aspectos).
Sin embargo, incluso cuando ambos idiomas se aprenden simultáneamente, los contextos de uso llevarán a que uno de ellos sea dominante sobre el otro. Es el lenguaje que se activará más espontáneamente, que tendrá menos pausas, que dará lugar a las frases más ricas y complejas.
La lengua dominante no es necesariamente la lengua materna. Una persona que emigra a un país cuya lengua no conoce desarrollará gradualmente un léxico en esa segunda lengua. Si la utiliza a diario, y deja de usar la materna, la segunda lengua se convertirá en la dominante.
Malabares con los idiomas
En psicolingüística, el léxico mental agrupa toda la información que conocemos sobre las palabras y sus características (ortográficas, fonológicas, sintácticas, semánticas y lingüísticas). Cada individuo tiene un léxico mental que le permite acceder a la información lingüística conocida.
Para un monolingüe, se considera que el léxico mental está formado por 40 000 a 60 000 entradas, lo que implica, por ejemplo, que el lector recuperará información de este gran número de entradas. En los bilingües, el funcionamiento es similar, pero lógicamente las entradas de la memoria son mayores, porque el léxico mental recoge información de diferentes lenguas conocidas.
En la literatura se han debatido durante mucho tiempo dos hipótesis sobre el modo en que los bilingües acceden a la información almacenada en el léxico mental.
- La hipótesis del acceso selectivo supone que cuando un bilingüe habla una lengua, la otra se inhibe. El paso de una lengua a otra se haría pasando por una especie de interruptor, que permitiría “apagar” una lengua para “encender” la que no se está utilizando. Esta hipótesis supone, sin embargo, que no hay interferencias entre las lenguas.
- La hipótesis del acceso no selectivo supone que las lenguas interactúan dentro del léxico mental y se influyen mutuamente. Al identificar una palabra, se activarían los candidatos léxicos de todas las lenguas conocidas.
En el contexto del aprendizaje de una segunda lengua, la lengua materna sirve de base para el aprendizaje de conceptos en la segunda lengua, si es que ya existe. Cuanto mayor sea la frecuencia de exposición a la segunda lengua, más podrá el alumno acceder al significado de las palabras directamente en esa lengua, sin mediación de la primera.
¿Se puede “perder” la lengua materna?
Algunos recordarán la escena de Una casa de locos (L’Auberge espagnol en francés) de Cédric Klapisch, en la que el protagonista, interpretado por Romain Duris, ya no puede comunicarse en su lengua materna (el francés), y solo puede hacerlo en el idioma que vino a aprender, el español.
Aunque se trata de un sueño del protagonista de la película, el fenómeno del desgaste que se describe aquí es bastante real. La deserción corresponde a cambios fundamentales en las habilidades de la lengua materna.
Según el trabajo de Barbara Köpke y sus colegas, se trata de una asignación no patológica de una lengua conocida (también llamada cambio de lengua), que se observa sobre todo en personas de origen inmigrante. Así, para un inmigrante que ya no tiene contacto con su lengua materna, el desgaste se manifiesta a través de las dificultades de acceso al léxico (dificultades para acceder al significado de las palabras y para producirlas).
En menor medida, para una persona que tiene principalmente contacto con otros inmigrantes, la atrición se caracteriza principalmente por la influencia de la segunda lengua sobre la lengua materna, y supone una interferencia en todos los niveles lingüísticos.
A diferencia del primer caso, en el que se corta el contacto con la lengua materna, si la persona mantiene un contacto regular con los miembros de su comunidad de origen, incluso un contacto cuantitativamente pequeño es suficiente para que la primera lengua siga funcionando bien en el adulto.
El trabajo de Köpke (2021) señala que los estudios sobre la deserción en los niños muestran cambios fundamentales en el dominio del primer idioma cuando el aprendizaje se produce temprano, pero estos cambios no se observan en los bilingües tardíos. La competencia nativa en una lengua se convertiría así en “invulnerable” si se utiliza de forma continuada hasta la pubertad.
Las pruebas de estos efectos de desgaste ponen de manifiesto la importancia de la plasticidad cerebral. Los estudios de neuroimagen de jóvenes adultos franceses, coreanos de nacimiento, que fueron adoptados entre los 3 y los 6 años, no muestran ningún rastro persistente de la lengua original, ni siquiera para series automáticas como los números del 1 al 10, y no hay diferencias en la activación cerebral entre estos adoptados y los participantes del grupo de control (que no conocían el idioma) durante una tarea de escucha del coreano.
En conclusión, hay diferentes caminos hacia el bilingüismo. Es un concepto que no es fácil de definir, más allá del aspecto de “clasificación” que a veces puede ser estigmatizante, es importante valorar las lenguas (todas las lenguas) y su uso. No existe un bilingüe “bueno” o “malo”, pero los estudios demuestran que es importante fomentar el aprendizaje temprano del idioma y que la práctica diaria regular ayudará a desarrollar las habilidades lingüísticas de forma más eficaz.
The Conversation